La inauguración de cuatro nuevas boutiques monomarca en China en el transcurso de 2015 confirma la voluntad del relojero suizo de ensalzar la arraigada relación que mantiene con el Imperio del Medio.
Perpetuar una historia común que prevalece desde hace varios siglos: es el espíritu que anima a cada una de las nueve boutiques que Jaquet Droz posee ahora en China. El diálogo entre la Casa relojera y el país continente comenzó en el siglo XVIII, bajo los auspicios de uno de sus fundadores, Henri-Louis Jaquet-Droz, quien tuvo la idea de fundar un taller cuya producción estaba destinada principalmente a China. Estos intercambios frecuentes permitieron que la Marca de las dos estrellas estableciera lazos fuertes y durables con el país. En 1783, Jaquet Droz se convierte en la primera marca relojera en ser admitida en el recinto del palacio imperial y suscita la fascinación del emperador Qianlong y de sus cortesanos gracias a la originalidad de sus creaciones. Algunas piezas históricas son conservadas hasta ahora en el Museo de la Ciudad Prohibida.
Fiel a su legado, la marca ha sabido preservar y mantener esta relación excepcional y, en su deseo de reforzar y promover estos vínculos privilegiados, ha inaugurado en 2015 cuatro boutiques en tres de las principales ciudades del país. La apertura de una boutique en Pekín en el mes de mayo, seguida de una segunda en el mes de julio, así como el lanzamiento de un nuevo espacio en el corazón de Studio City en Macao marcaron el comienzo de una nueva era en las relaciones entre Jaquet Droz y China.
Testigo reciente de este apego a una historia común, un nuevo escaparate ha abierto sus puertas en West Nanjing Road, lugar prestigioso y esencial en el corazón de Shanghái, el pasado 12 de noviembre. Caracterizadas por el descubrimiento y la iniciación, las festividades que acompañaron este evento dieron a Jaquet Droz una oportunidad de reiterar una ambición que permanece desde sus orígenes: sorprender, fascinar, y también revelarse.
La nueva boutique cuenta con elegantes escaparates que exhiben los diferentes modelos Jaquet Droz, como auténticas obras de arte bajo una delicada iluminación. La clientela se sumerge en un espacio refinado de líneas depuradas en el que resaltan los diferentes tonos de la pizarra y una escenografía minimalista, fiel al espíritu de la marca. La diversas ilustraciones murales destacan los diferentes oficios artísticos, verdadero savoir-faire de la Casa relojera.
Con motivo de la ceremonia de inauguración, Jaquet Droz hizo venir a un artista de sus Ateliers d’Art para que el público descubriera la infinita delicadeza de la pintura miniatura en esfera durante una demostración exclusiva.
Este evento también estuvo marcado por la presentación del Grande Seconde Deadbeat, obra maestra de complicación relojera sutilmente reinterpretada, con su segundero situado en el centro de la esfera, y del Charming Bird, proeza técnica y artística que se distingue por su autómata en forma de pájaro cantor, recompensado con un premio en la categoría «Excepción Mecánica» durante el Gran Premio de Relojería de Ginebra 2015. Fieles a la estética de Jaquet Droz, estos relojes encarnan una cultura de asombro y la pasión por la tradición, dos atributos emblemáticos que unen al relojero suizo y al Imperio del Medio.