Petite Heure Minute Platinum - Camels
La magia de Oriente
Jaquet Droz ha creado para un coleccionista privado una pieza única de excepcional sutileza: reproduce hasta el más mínimo detalle de un campo de lavanda por el que se abren camino dos dromedarios blancos, de noche, con el desierto como telón de fondo. Sobre una esfera mineral, esta creación aprovecha las sombras y las luces para poner de relieve el talento de los artistas de Jaquet Droz en el grabado y la pintura, capaz de dar vida a una auténtica obra de arte.

El arte alcanza su máxima expresión cuando desaparece por completo tras el objeto que representa. Al combinar cada cliente, su imaginario y su visión de un tema que le es significativo, con el virtuosismo de sus artistas, Jaquet Droz propone una nueva manera, inédita y disruptiva, de entender la Alta Relojería. Es así como cada reloj se convierte en una obra de arte. Los artesanos de la casa aúnan su talento para crear obras únicas, cada una de ellas tan única como cada coleccionista.
La persona que, hace más de un año, se puso en contacto con Jaquet Droz tenía una imagen muy precisa de la pieza que deseaba confiar a la Casa. Se trata de un esteta consumado, propietario de los dromedarios blancos más admirados del mundo árabe, que participa habitualmente en prestigiosos concursos de belleza dedicados a este animal, sobre el que ha desarrollado una visión onírica. Discreto y delicado, este modelo se presenta en una caja de platino de 41 mm. Es una creación a medida en sí misma: la serie Petite Heure Minute jamás había adoptado una forma semejante. Jaquet Droz ha creado una caja única para el deleite exclusivo de su cliente coleccionista.
Su decoración es nocturna. La escena es serena: todo ocurre entre luces y sombras. Una esfera de las horas en ónice completamente negro, sobre la que se ciernen dos agujas de oro blanco, se revela contra un cielo estrellado de aventurina. La luna aparece, hemisférica, a las 10 h, grabada con relieve por los artistas de Jaquet Droz, que alternan superficies pulidas y delicadamente granuladas. Se fija en el centro de la Vía Láctea por medio de un soporte invisible que atraviesa la aventurina, con todo el riesgo que conlleva una operación de este calibre para una base mineral de apenas 0,55 mm de grosor.
La parte inferior de la esfera consta de dos elementos. Como telón de fondo, una única base de oro blanco de 0,85 mm de grosor. En ella, los artistas de Jaquet Droz han grabado, una a una, las muchas ramas de lavanda que salpican algunos desiertos de Arabia Saudí; se trata de la denominada «lavandas del desierto», una particularidad local que aporta relieve vegetal a estas inmensidades arenosas. A las 9 h aparece una jaima de viajeros. Sus detalles se han ejecutado con un pincel de una sola fibra para distinguir claramente los bancos, los huéspedes y el crepitar del fuego, con una delicadeza poco habitual en este nivel de precisión.
Dos dromedarios ocupan el lugar privilegiado en primer plano. No son un símbolo representativo cualquiera: son los dos animales escogidos personalmente por el propietario, seleccionados por su fisonomía individual, su mirada, la forma carnosa de sus labios y su porte altivo. Para captar la verdadera personalidad de estos dos camellos concretos, los dibujantes de Jaquet Droz efectuaron previamente numerosos bocetos de perfil, de cuerpo entero, parados y en marcha, y compartieron todos ellos con su propietario.
Este tuvo línea directa con el Estudio 8 de Jaquet Droz para validar personalmente cada etapa. Gracias a las cámaras inmersivas 4K, también pudo seguir a distancia el proceso de ejecución del aplique y su decoración. Una vez terminado, los artistas de Jaquet Droz acentuaron los matices con ligeros toques de pintura para resaltar en algunos puntos la claridad, la oscuridad, el contraste o el relieve. Esta obra única es el fruto del trabajo colectivo liderado por Jaquet Droz. Esta pieza única está inspirada en la historia de un coleccionista que recibió el reloj al cabo de un año de auténtica colaboración artística.